lunes, 25 de junio de 2012

Enfado




Se habían enfadado por nada o al menos eso era lo que creía él, la obstinación de ella en mantener el enfado le dio a entender que el motivo era más importante de lo que pensó en un principio, bromas, sonrisas, caras de pena, disculpas no servían para nada. Hasta que la pequeña pena de circunstancias, sincera o falsa, se convirtió en una pena de verdad. La pena y el desconcierto le fueron impidiendo mirarla o hablarla. Buscaba una formula que rompiese el enfado de ella que mantenía la cara crispada y un destello de tristeza en su mirada, ¿en qué mirada si no miraba a ninguna parte?
Una vez instaurada la auténtica pena no le abandonó, podía haberse enfadado a su vez. Normalmente un enfado suele bastar para que desapareciera el enfado de la otra persona que lo único que deseaba era hacer daño, un daño equivalente al sufrido, invirtiéndose el proceso hasta que después de varios dolores mutuos llegaba la reconciliación. Siempre funcionó con otras personas.
En esta ocasión no utilizó el recurso y se quedó con la pena, quizás quería mantenerla o quizás no quería hacerla más daño.

Los residuos o la imaginación





Un hombre entra en una casa donde se supone que vive una mujer, la mujer del tendero: tiene que hacerle una encuesta. La casa es contigua a la tienda subiendo unas escaleras. El tendero está trabajando. No sabe la edad de la mujer. La puerta está abierta. Va  descubriendo una intimidad que siente como erótica, se le despiertan las ganas de hacer el amor con ella sin haberla visto nunca. Los muebles, el orden o desorden, la limpieza, todos los objetos son elementos que le llevan al deseo.

miércoles, 13 de junio de 2012

Un relato con personajes de verdad




Esta noche he tenido la suerte de vislumbrar un relato en el que los personajes eran corpóreos, de tres dimensiones y se movían y hablaban por si mismos. Pero luego, creo, que el relato se limita a éste.

La niña de manguitos verdes


Jaime, mi hijo, entonces de nueve años, como en el anuncio, me señala una niña de tres años –mira, ves esa niña de los manguitos verdes- Veo a una niña, que en mi deformación, yo habría definido como negrita, con manguitos verdes. -Pues esa, cuando le ha tirado su padre al agua, estaba aterrada.- Su padre, posiblemente padre adoptivo, blanco de unos cuarenta años, empujaba a otra niña muy parecida, con manguitos rosas y de la misma edad, quizá gemela de la primera, al agua.

La gaviota




Las montañas se recortan mal por la calima. La gaviota vigila desde el aire al alocado grupo de bañistas.

miércoles, 6 de junio de 2012

Haciendo pis




Emilio pensaba que para mear era necesario poner cara de placer, y nunca dejaba de practicar tan extraño protocolo.
Manuel no iba a ser menos  y ponía cara de placer al hacer pis, pero él la incrementaba con caras feas y gestos exagerados y ridículos para hacerse risa. Nunca intento averiguar si los demás hacían lo mismo.

El escritor y su amigo




Un escritor ya famoso escribe una novela con un protagonista inspirado en un amigo de la infancia, y por comodidad mental le pone el mismo nombre X de su amigo. El personaje de la novela, tras una serie de avatares, se suicida. El amigo, al que la vida no le ha ido demasiado bien, y aunque sólo presenta algunos puntos de contacto con la del personaje,  magnificando la obra del escritor y como si fuese la acción lógica que su amigo premonicionó se suicida.

Intitulado




Bueno, las cosas no van tan mal, tengo el rollo de papel higiénico casi entero y tengo repuesto.

En la calle




Un anciano peruano es llevado en silla de ruedas por un español que parece trabajar para él. Una niña tira de su madre que se entretiene por el camino. Una china habla en susurros en su idioma por su móvil. Todas estas cosas había una vez.