Según una antigua creencia,
cuando alguien muere, su alma retorna a las raíces de un árbol donde se
mantiene hasta volver a nacer. Así pues decidí morir en el campo en un
determinado lugar en el que había un árbol que para mí era, desde mi
adolescencia, El Árbol. Efectivamente, a sus raíces fui a parar tan ricamente.
No contaba con que por ahí estaba planificada una nueva carretera.
Bien, Miguel, veo que Anita te convenció finalmente. Claro, quién se resiste a esa mirada hermosa y a esa sonrisa que mata.
ResponderEliminarPasaré de vez en cuando a tomar una limonada y, si entiendo algo, ya te contaré.
Besos payasos. Y suerte con el blog, es decir, que lo disfrutes.
Me encanta... de tal astilla tal palo... o algo parecido.
ResponderEliminarBuena suerte!!! Con su permiso vendré de visita.
Este me encanta... micro ecologista!!! se lo voy a decir a Luisa.
ResponderEliminarBesotes
Y es que los urbanistas de hoy en día ¡no respetan las raíces de nadie!. También vendré de visita ...;)
ResponderEliminarUn besote.
Jajaja, Miguel, me ha gustado mucho. ¡Pobre, vaya faena!
ResponderEliminarBesitos
Jajaja, me ha gustado mucho. ¡Pobre, vaya faena!
ResponderEliminarBesitos