Esta noche casi no ha dormido. No ha dormido porque esta noche ha inventado el más inteligente microrelato o quizás, pensándolo bien, el mejor relato breve o incluso relato a secas, de la historia de los relatos.
Cuando se ha dado cuenta de que sólo puede vislumbrarlo, ha tratado de rescatar los restos escribiéndolo. Para ello, a las tres y media de la madrugada, ha ido a por su cuaderno y un bolígrafo y se ha puesto a escribir con la mala fortuna que a las cinco palabras el bolígrafo deja de escribir, que él cree que no escribe porque está escribiendo en la cama con el cuaderno hacia arriba, con lo que al bolígrafo no le llega, como quien dice, la sangre a la cabeza, pero, resulta que no, que es que se ha acabado. Coge un segundo bolígrafo y éste está acabado de antemano. Se levanta y va a su especie de bolso donde sabe que tiene varios, el tercero está descabezado y ponte a buscar la cabeza a las tres y media de la mañana, y por fin un cuarto con el que sí consigue escribir.
Resulta que en el relato que se estaba gestando en su cabeza en forma de sueño, con lo cual no se sabe siquiera si tiene mérito, o sea que en el sueño él estaba leyendo un relato no suyo en la ficción del sueño, pero suyo en cuanto a que es su sueño, de esos que no sabes que estás leyendo hasta bien avanzado el relato, aunque si sabía que hablaba del fin del mundo o bien hablaba de la muerte de Cristo, eso no lo puede recordar. Lo que para él lo hacía muy inteligente era que la muerte o destrucción estaba basada en una secuencia imparable de acontecimientos basados en la lógica y sólo hacia, por decir un número, hacia el cuarenta acontecimiento te das cuenta de lo que estás leyendo y descubres el resto porque es un acontecimiento del inconsciente colectivo desmembrado en miles de subpartes, En medio del sueño descubre cual es la solución pero solo un instante porque es tan complejo que se le va inmediatamente de la cabeza, pero ese instante es suficiente no sólo para ver la solución sino también para ver que es muy inteligente.
Y todo porque tenía calor en la cama. Tras escribir todo esto se quita ropa para poder dormir, aun a sabiendas de que se esta desprendiendo de su creatividad. Sin embargo aumentan las posibilidades de dar al relato un toque erótico al notar la desnudez de su piel y tras un invierno tan largo. No así dadas sus condiciones de edad, sesenta y ocho años, edad en la que convencionalmente eso está excluido aunque no lo esté en el sentimiento. Y ahora sí se duerme con un cierto regocijo en el corazón.
La pesadilla de cada escritor despierto. A mi se me ocurren los mejores relatos en las peores situaciones. Cuanto relato habrá por ahí huérfano.
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